Veinte años después de haber escrito Tuareg, el autor se ha visto
obligado -empujado, sin duda, por los injustos acontecimientos que
están ocurriendo en el corazón de África-, a retomar los personajes de
una casi mítica novela que ha pasado a convertirse en un clásico de los
relatos de aventuras, iniciando, una vez más, la lucha contra la
explotación y la tiranía.
Pero la barbarie no viene, en este caso, de la mano de sanguinarios
tiranos o crueles dictadores; viene de la mano de individuos, en
apariencia inofensivos, alegres y despreocupados que, en su afán por
buscar excitantes emociones en lugares remotos, no dudan en destruir
cuanto encuentran a su paso, empujados por la inconsciencia o la
ignorancia, y alentados por la avaricia de quienes han descubierto una
inagotable fuente de riquezas en la organización de peligrosas pruebas
deportivas.
Las tribus nómadas del Sáhara más profundo llevan años sufriendo la
brutal agresión que significa el paso cada año por sus tierras de
cientos de vehículos en una insensata carrera que destruye vidas
humanas, cultivos y ganado, sin aportar a cambio más que la estúpida
gloria de llegar el primero a una meta imprecisa. Ya se han cansado. A
los ojos de un tuareg, ésa es una estúpida y absurda "prueba deportiva"
que jamás debería volver a atravesar sus territorios y, para impedirlo,
están dispuestos incluso a dar la vida.
Puedes encontrarlo en casa del libro.
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